Un nuevo propósito

Al empezar a escribir esta entrada he recordado otra, más o menos relacionada, en la que se explicaba que un equipo de científicos aseguraba que a la hora de conseguir ciertas metas y propósitos, en el caso de las mujeres, el simple hecho de explicar a los que nos rodean nuestros objetivos incrementa las posibilidades de éxito en un 10%.

Allá voy: el lunes comencé una dieta con la intención de perder unos kilos y, sobre todo, cuidarme un poco más. Y no es una cuestión de estética, sino de salud.

Bien es cierto que, después de hacer el cambio de ropa en el armario para la nueva temporada, me he llevado la (desagradable) sorpresa de siempre: los pantalones no abrochan por culpa de todos los excesos del verano. Pero no sólo eso, sino que yo misma noto que mi vida se vuelve cada día un poquito más sedentaria y yo más vaga. Siento que me estoy oxidando antes de tiempo y eso, para una persona que sufre asma, no es nada bueno.

Así que hasta aquí hemos llegado.

Es hora de cuidarse, de comer sano y hacer deporte. No me he fijado metas, ni me voy a pesar si quiera (para evitar obsesiones y frustraciones), sino que pararé en el preciso momento en que yo misma vea que he recuperado mi estado inicial o lo haya mejorado un poco si acaso.

Presiento que me va a costar, porque tan sólo llevo un par de días a base de verdura, ensaladitas y filetes a la plancha y ya hecho de menos muuuuuuuchas cosas.

No nos vamos a engañar a estas alturas: soy de buen comer. Y no sólo eso, sino que disfruto como una loca haciéndolo (especialmente si se trata de algo dulce, como buena golosa que soy), mientras que el deporte me gusta más bien poco.

Aún así estoy decidida.

Dicen que la primera semana es la peor. Espero que así seá, porque de lo contrario me veo teniendo que recurrir a otro tipo de medidas más drásticas...


A ver cómo acaba todo.