El fin de semana perfecto

El nene dijo hace unos días que para ser felices sólo nos hacía falta un litro de cerveza, una bolsa de pipas y un paquete de tabaco de liar.

No iba muy desencaminado, porque ese fue precisamente el equipamiento que llevamos encima el viernes para celebrar a nuestra manera una tarde de San Isidro de lo más agradable en nuestro amado parque del Retiro.

Y no se puede decir que lo pasáramos mal, aunque quedase confirmado que ambos tenemos alma de perroflautas.


Al irnos nos sorprendieron un montón de estatuas al aire libre, algunas de bronce y otras de colores, pero todas ellas enormes y de lo más originales.

Según pude averiguar después, se trataba de una exposición llamada ‘Ripollés: Universo urbano” de la cual se podrá disfrutar hasta el próximo 10 de junio accediendo por la Puerta de la Independencia (la que queda frente a la Puerta de Alcalá) a lo largo de todo el Paseo de México.

El sábado, como ya es casi tradición para nosotros, nos acercamos hasta la feria de nuestro patrón, donde el bullicio de la gente se entremezclaba con la humareda y el olor a comida que emanaban los puestos. Por su parte, las luces de las atracciones junto con la música de la orquesta de fondo animaban el ambiente.

No sólo me lo pasé genial, sino que para alegría del nene y también de mi familia, me atreví con los entresijos y me comí, por primera vez en mi vida, un bocadillo casi entero acompañado, eso sí, por unos sorbos de mi cerveza favorita (estrella de galicia).

Por supuesto, dejé pruebas gráficas de la hazaña. Después de todo no estaban tan malos.

Cuando acabó la juerga volvimos a casa. Papá y mamá pasaron el fin de semana en el pueblo de los tios, así que como estábamos casi solos (con mi hermano), no sólo dimos rienda suelta a la pasión que llevábamos acumulada, sino que también pudimos dormir abrazaditos hasta la una del mediodía (y porque nos despertó el teléfono, que si no todavía estábamos durmiendo xD).

El domingo, aunque tranquilo, también estuvo genial: comida en casa de los suegros (que como siempre, me hicieron sentir como si estuviera en mi propia casa) y final del Master Series de Madrid regada con cantidades ingentes de calimocho, del que después de tanto tiempo sin ganar, Roger Federer salió vencedor.

Me alegro por él, a pesar de que algunos compatriotas (entre ellos mi propio padre) me acusen de ser antiespañola o envidiosa por no admirar ni como tenista ni como persona a Rafa Nadal del mismo modo en que le admiro a él.

Ojalá muchos de los seguidores de estos dos titanes del tenis se tomaran el tema con la misma deportividad que ellos.

En definitiva, fue un fin de semana de esos que, a pesar de ser un cúmulo de cositas sencillas y algún que otro exceso, destacan sobre los demás resultando casi perfectos.

Lo mejor de todo es, sin duda, haber podido pasar tanto tiempo juntos, aunque ahora nos echemos tanto de menos el uno al otro sobre todo por las noches.