A grandes males, grandes remedios

No sé quien diría aquello de “Siempre van a suceder la cosas en el momento más inoportuno”. Seguramente el señor Murphy, pero vaya, lo relevante en esta historia es que tenía más razón que un santo.

Para nosotros dos las sesiones de cine son indispensable, sobretodo si salimos de viaje y podemos gozarlas en las noches a solas, sin nadie que nos interrumpa (¡Anda, como el sexo!). Es por eso que en nuestras maletas siempre viajan el DVD portátil (que le hagan una estatua al inventor del divx, por favor) y una buena colección de películas de todo tipo (porno no, malpensados).

Unas semanas antes de marchar, buscamos como locos un montón de fichas técnicas y sinopsis para después bajárnoslas tomarlas prestadas y no quedarnos sin repertorio cinematográfico durante las vacaciones.

Una vez seleccionadas las que nos interesan, toca bajarlas conseguirlas. Como formamos un buen equipo y no queremos eternizarnos, nos las repartimos y nos hacemos con la mitad cada uno.

Una, que es previsora (nótese la ironía), en lugar de irlas grabando según las va bajando cogiendo prestadas de la red, las va amontonando para grabarlas todas el último día, cuando las prisas aprietan y los nervios andan a flor de piel. Y justamente, en ese PRECISO INSTANTE es en el que se estropea la maldita grabadora. ¡Que oportuna ella!


Blasfemo y me maldigo.

Pero soy una chica inteligente y casi al instante recuerdo que hace poco el torongo mi hermano se compró un disco duro externo al que podría pasarlas todas a la vez para luego grabarlas en su portátil (todo esto suponiendo que él se comporte como un buen hermano y no como suele hacerlo y no me ponga ninguna pega).

Le miro con ojitos de cordero degollado, se lo pido por favor y hasta le hago un poquito de chantaje emocional. No funciona. -No me queda otra: le ofrezco mi bolsa de chucherias a cambio. Finalmente acepta.

Con una sonrisa triunfal en los labios y el disco duro en la mano, inserto en la ranura el USB y... ¡Algo vuelve a fallar! Es realmente imposible instalar el nuevo dispositivo... Pero... pero...¡¡¿POR QUÉ?!!

Entre la sorpresa y la impotencia, blasfemo y me maldigo de nuevo, esta vez por no formatear el PC cuando debía. En estos momentos el pobre debe tener hasta el VIH ahí metido.


Y mientras el pobre sufre en silencio (como quien tiene almorranas) yo estoy a punto de rabiar y darlo todo por perdido cuando de repente... ¡Eureka! Diviso encima del escritor el MP3 con su tarjetita de 1GB, que no es mucho pero te da para meter una película.

¿Y si...?

Y si nada.

Paso a la acción. Lo conecto directamente y el ordenador logra reconocerlo. Entonces mi gran capacidad de esfuerzo y el afán de superación (o más bien la cabezonería que me caracteriza) me llevan a pasarlas una a una de ordenador a ordenador, cortando en uno y pegando en el otro.

Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

El arduo trabajo me ha costado horas y varias discusiones con el torongo mi hermano, sí, pero esas películas se vienen conmigo a Guardamar del Segura en mi maleta sí o sí. A mí este cacharro no me gana la partida.

Ya formatearé a la vuelta...