No creo que a estas alturas nadie se sorprenda si digo que en Youtube puedes encontrarte auténticas joyitas en forma de vídeo. Incluso muchas de esas que te dan algo sobre lo que pensar y reflexionar.
Un claro ejemplo podría ser este vídeo, que lleva "The Ball" por título y está dirigido por un mozambiqueño llamado Orlando Mesquita.
Un claro ejemplo podría ser este vídeo, que lleva "The Ball" por título y está dirigido por un mozambiqueño llamado Orlando Mesquita.
Lo cierto es que después de verlo uno no sabe si sentir lástima al ver los contrastes entre esto y aquello o sentir admiración por esos chavales que desarollan la imaginación hasta el punto de ser capaces de pasarlo tan bien con tan poco.
Estoy completamente segura de que el mensaje que pretende transmitir el director en este caso no tiene nada que ver con lo que a mi se me viene a la mente (tranquilos, que lo he captado), pero para bien o para mal no puedo ver o leer nada sin dejar de comeme un poco el tarro. Y a decir verdad, me encanta hacerlo.
El caso es que este corto me hace echar la vista hacia atrás (justo hasta mi más tierna infancia) y recordar los juegos de nuestra niñez, los cuales se desarrollaban en su mayoría al aire libre y sin ningún tipo de juguete. Y en caso de ser este necesario, la sofisticación del mismo brillaba por su ausencia: con un par de cuerdas o alguna pelota teníamos suficiente material para pasar toda la tarde entretenidos y después caer rendidos en la cama.
Nos pasabamos la vida jugando a policias y ladrones, bailando las peonzas o echando carreras con canicas y chapas. Después se nos pasaba la fiebre y jugábamos al recate o sacábamos la comba o la pelota para jugar a "Sangre", hasta que nos cansábamos y volvíamos a los primeros, porque precisamente una de las caracterísiticas fundamentales de aquellos juegos es que tenían vida propia. O, lo que es lo mismo, sin saber cómo ni porqué cada cierto tiempo se ponían de moda por arte de magia y todos salíamos a la calle a jugar a lo mismo. Me pregunto si sucedería lo mismo en todas las ciudades, o en cada una se hallaba en apogeo un juego distinto.
El "pase-misí", la gallinita ciega, el escondite (o su variante inglesa), el diábolo, el pañuelo, las cuatro esquinas, el yo-yó, los patines, la rayuela, el potro... ¡el calientamanos! ¿Os acordais? Le dábamos forma a las nubes, recreábamos las más fieras batallas o creábamos las sombras de un montón de animales con nuestras manos y la luz que nos daba la bombilla del flexo.
Sin embargo, ahora es diferente.
Te asomas al parque y ya no hay niños, sólo parejas de enamorados o personas solitarias que sacan a pasear a sus perritos.
Ya ni me acuerdo de cuando fue la última vez que ví a un niño jugando en la calle con sus chapas o canicas. Ni tampoco hay rastro de la goma o la comba en los patios de colegio. incluso he vivido en mis propias carnes el asombro de un niño de 9 años al verme tirar una peonza.
Ya ves, asombro por algo que para nosotros era lo más normal del mundo... Supongo que el pobre pensaría que aquello era una herramienta típica del paleolítico.
Recuerdo que adquirirlas era todo un ritual: había que pintarlas y decorarlas para luego compararlas con las de los amigos y decidir cuál era la más molona de todas. También había que acondicionar la cuerda poniendole una monedita de 25 pesetas (esas que tenían el agujerito en el centro) para que nos se nos escapara al tirarla. ¡E Voilà! ¡A rodarla!
Como algunos ya sabreis, mi trabajo me permite pasar mucho tiempo con enanos de características totalmente diferentes y hasta opuestas entre sí. Sin embargo en casi todos ellos puedo ver algo común: No saben jugar.
Especialistas pedagogos dicen que cuando un niño tiene muchos juguetes juega "peor" que uno que tiene menos. El motivo es que no puede centrarse solo en uno, asíque juega cortos periodos de tiempo con cada juguete y al final terminan cansandose de todos, menos de uno ¡La videoconsola!
No digo que esto sea malo.
Es obvio que los tiempos cambian a toda prisa y que nos hallamos sumidos en una Era Tecnológica de la que dificilmente podremos desmarcarnos siquiera un poquito. Es obvio también que nuestra situación económica ha mejorado notablemente, que los peligros de la gran ciudad cada vez son mayores y que hacemos todo lo posible por darles a nuestros pequeños todo lo mejor.
Pero por otro lado no puedo dejar de preguntarme si con este comportamiento no les estamos sobreprotengiendo o, peor aún, si no les estamos privando de dos ingredientes que particularmente considero indispensables en la vida de un niño: la libertad y, sobretodo, LA IMAGINACIÓN.
Estoy completamente segura de que el mensaje que pretende transmitir el director en este caso no tiene nada que ver con lo que a mi se me viene a la mente (tranquilos, que lo he captado), pero para bien o para mal no puedo ver o leer nada sin dejar de comeme un poco el tarro. Y a decir verdad, me encanta hacerlo.
El caso es que este corto me hace echar la vista hacia atrás (justo hasta mi más tierna infancia) y recordar los juegos de nuestra niñez, los cuales se desarrollaban en su mayoría al aire libre y sin ningún tipo de juguete. Y en caso de ser este necesario, la sofisticación del mismo brillaba por su ausencia: con un par de cuerdas o alguna pelota teníamos suficiente material para pasar toda la tarde entretenidos y después caer rendidos en la cama.
Nos pasabamos la vida jugando a policias y ladrones, bailando las peonzas o echando carreras con canicas y chapas. Después se nos pasaba la fiebre y jugábamos al recate o sacábamos la comba o la pelota para jugar a "Sangre", hasta que nos cansábamos y volvíamos a los primeros, porque precisamente una de las caracterísiticas fundamentales de aquellos juegos es que tenían vida propia. O, lo que es lo mismo, sin saber cómo ni porqué cada cierto tiempo se ponían de moda por arte de magia y todos salíamos a la calle a jugar a lo mismo. Me pregunto si sucedería lo mismo en todas las ciudades, o en cada una se hallaba en apogeo un juego distinto.
El "pase-misí", la gallinita ciega, el escondite (o su variante inglesa), el diábolo, el pañuelo, las cuatro esquinas, el yo-yó, los patines, la rayuela, el potro... ¡el calientamanos! ¿Os acordais? Le dábamos forma a las nubes, recreábamos las más fieras batallas o creábamos las sombras de un montón de animales con nuestras manos y la luz que nos daba la bombilla del flexo.
Sin embargo, ahora es diferente.
Te asomas al parque y ya no hay niños, sólo parejas de enamorados o personas solitarias que sacan a pasear a sus perritos.
Ya ni me acuerdo de cuando fue la última vez que ví a un niño jugando en la calle con sus chapas o canicas. Ni tampoco hay rastro de la goma o la comba en los patios de colegio. incluso he vivido en mis propias carnes el asombro de un niño de 9 años al verme tirar una peonza.
Ya ves, asombro por algo que para nosotros era lo más normal del mundo... Supongo que el pobre pensaría que aquello era una herramienta típica del paleolítico.
Recuerdo que adquirirlas era todo un ritual: había que pintarlas y decorarlas para luego compararlas con las de los amigos y decidir cuál era la más molona de todas. También había que acondicionar la cuerda poniendole una monedita de 25 pesetas (esas que tenían el agujerito en el centro) para que nos se nos escapara al tirarla. ¡E Voilà! ¡A rodarla!
Como algunos ya sabreis, mi trabajo me permite pasar mucho tiempo con enanos de características totalmente diferentes y hasta opuestas entre sí. Sin embargo en casi todos ellos puedo ver algo común: No saben jugar.
Especialistas pedagogos dicen que cuando un niño tiene muchos juguetes juega "peor" que uno que tiene menos. El motivo es que no puede centrarse solo en uno, asíque juega cortos periodos de tiempo con cada juguete y al final terminan cansandose de todos, menos de uno ¡La videoconsola!
No digo que esto sea malo.
Es obvio que los tiempos cambian a toda prisa y que nos hallamos sumidos en una Era Tecnológica de la que dificilmente podremos desmarcarnos siquiera un poquito. Es obvio también que nuestra situación económica ha mejorado notablemente, que los peligros de la gran ciudad cada vez son mayores y que hacemos todo lo posible por darles a nuestros pequeños todo lo mejor.
Pero por otro lado no puedo dejar de preguntarme si con este comportamiento no les estamos sobreprotengiendo o, peor aún, si no les estamos privando de dos ingredientes que particularmente considero indispensables en la vida de un niño: la libertad y, sobretodo, LA IMAGINACIÓN.
7 comentarios:
De Vila-Matas te recomiendo Bartleby y compañía y El viaje vertical, para empezar.
un abrazo! :-)
Buenísimo el vídeo y buenísimo lo que has escrito. Muy de acuerdo en todo.
Creo que yo soy más vieja que tú, cuando has dicho lo de la moneda de 5 duros me he imaginado las antiguas, grandes, plateadas. Las de mi infancia, no las de agujerito. Jajajaja.
Un beso!!!
Una historia de supervivencia humana :) No he podido evitar una sonrisa al sentir la alegría de ellos.
Saludos
Genial el corto, qué simpático! y cómo termina, cuánto ingenio. Inevitable hacer un poco de autoreflexión sobre la sociedad de consumo en la que vivimos.
Sobre los juegos, yo hace tiempo que no piso un patio de colegio. No sé a qué dedican los niños su tiempo libre, la verdad. Es una pena que se abandonen esos juegos tradicionales, porque estimulaban la imaginación, y gratis.
Muy cierto todo. Los enanos de hoy en día tienen todo lo que quieren y más. Da igual que los padres no les compren, siempre están los abuelos, los tíos, los regalos de cumpleaños, etc etc. Los niños de hoy en día están saturados de juguetes, se los meten por los ojos en los 20 min. de publicidad entre cada capitulo de dibujos animados de por las mañanas, que a su vez son dibujos creados específicamente para venderles más juguetes (series creadas directamente por compañías de videojuegos como pokemon, yughi-oh, bayblade, etc o por compañías jugueteras, como los dibujos de action man o las pelis de las barbies). Parte del encanto que se ha perdido lo tiene el no poder jugar en las calles como antes. Antes no había nada que romper (bueno, ventanas) ni había tanto tráfico. Ahora hay coches por todos lados y las calles, incluso en zonas residenciales, alejadas de los centros de ciudades. Los parques de ahora están llenos de cachivaches, si, y muy protegidos y tal, pero lo que realmente le haría falta a los niños de ahora son los descampados que habían antes, donde podías jugar a lo que quisieras. De eso ya casi no hay.
La peonza, canicas, tirar monedas mas cerca de la pared, etc... todo juegos que tenian en común la calle, el aire libre.
Ahora es diferente pero no peor. Los jovenes practican mucho deporte como materia extraescolar. Todo demasiado competitivo.
You tube forma parte de la revolución en la que estamos viviendo...
Ojala todos la utilizaramos en reflexiones como tu lo has hecho aqui.
Un beso.
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