Es como un mundo paralelo donde, además de descansar y desconectar del mundanal ruido, puedes aprender sobre costumbres, formas, y filosofías de vida completamente diferentes (por no decir totalmente opuestas) a las de una gran ciudad como Madrid.
E incluso hasta puedes ser testigo de imágenes que, para los que vivimos en un lugar lleno de asfalto, se nos antojan como algo excepcional:
Es un rincón mágico, sin duda alguna. Y lo mejor de todo es que se encuentra a tan sólo 50 minutos de nuestra actual residencia.
Cada vez son más las veces en que me sorprendo a mí misma imaginando como será nuestra vida allí, qué haremos e, includo, hasta cómo decoraré nuestro hogar y que plantas serán las que tengamos en nuestro pequeño huerto en una parte del jardín.
Que me llamen soñadora, ilusa o lo que les de la gana, pero tengo la certeza de que más pronto que tarde podremos realizar nuestro sueño. No sé si deberemos luchar mucho o alguien nos tenderá una mano a la hora de encontrarla, pero algún día tendremos nuestra casita y nuestro propio estilo de vida.
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