miércoles, agosto 14, 2013

¡Dios bendiga al aire acondicionado!

Cuando en diciembre decidimos venirnos a vivir aquí definitivamente, descubrimos que nuestro nuevo pisito era muy cálido. Tanto, que ni si quiera tuvimos la necesidad de poner la calefacción un sólo día durante todo el invierno. Si acaso, tirábamos algún rato que otro del pequeño calefactor que nuestros suegros nos regalaron para el cuarto de baño.

Lo que en un principio parecía que iba a suponer un ahorro importante en nuestras facturas terminó siendo todo un fiasco. Y es que ese agradable calorcito invernal pasó a convertirse en un continuo bochorno en cuanto llegaron los primeros días de sol en primavera. Ni que decir tiene que, ya entrado el verano, esto se llevaba poco con el mismísimo infierno.

Ni los grandes ventanales, ni la altura. Aquí no entraba una "mijita" de aire ni tan si quiera de madrugada. Y el viejo ventilador de pie que nos dejó la abuela lo único que hacía era remover el aire calentorro de un lado a otro de la habitación, resecando aún más si cabe el ambiente.


Hartos de sudar la gota gorda y no poder pegar ojo noche tras noche, decidimos comprar un aparato de aire acondicionado. Dada nuestra pobre economía y que tenemos muy claro que esta vivienda es sólo temporal (ya contaré por qué), optamos por la opción más barata y menos engorrosa y cogimos uno portatil.

Debo exclamar... ¡Qué gozada!

Claro está que no tiene las mismas prestaciones que uno fijo, pero igualmente resulta efectivo (y muuucho más barato). En poco tiempo enfría tanto la habitación como el salón, según dónde lo tengas puesto (lo bueno de vivir en un piso de 36 metros cuadrados es que nos permite pasarlo de un lado a otro sin tener que mover el tubo de la ventana) y la instalación nos resultó de lo más sencilla: bastó un trozo de cartón para fijar el tubo que extrae el aire caliente a la calle e impedir que entre de nuevo en casa.

Si tuviera que ponerle un pero, es el ruido que emite, aunque no es nada que no se pueda soportar.

De la factura de la luz todavía no puedo hablar. No abusamos de él (tan sólo lo usamos en momentos puntuales de mucho calor y una horita por la noche, para coger el sueño), pero aún así espero que lo que nos hemos ahorrado en calefacción no nos lo dejemos en electricidad...

2 comentarios:

Analogías dijo...

Desde la sierra no puedo decir que yo las pase igual que tú para poder dormir, eso sí, mi chico vive en una casa muy soleada que sin aire, en diás de esos de órdago, se convierten en insoportables.

El también tiene uno portátil y la verdad, mano de santo. Hombre, lo notarás en la factura de la luz, pero no puedes tenerlo todo: calor en invierno y frescor en verano...

Un abrazo y me alegro de volverte a ver por aquí

Miguel dijo...

Pues sí. El aire acondicionado es un gran invento. Si la tecnología ha nacido para que nos aprovechemos de ella, pues eso es lo que hay que hacer.
Me alegro que hayáis encontrado la solución al problema de la canícula veraniega.

Un beso.

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