“Firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar”. Así es como define el diccionario de la RAE a la certeza. La incertidumbre viene a ser la falta de esa certeza y, en definitiva, la propia escenificación de ese temor a errar, el miedo a no saber lo que viene después.
Resumiendo en mis propias palabras: la incertidumbre es una de las cosas que más daño le hace al ser humano.
Necesitamos tenerlo todo controlado o al menos en cierta medida. Saber que aunque nadie puede predecir del todo lo que sucederá mañana, las cosas irán bien, o por lo menos que nada irá mal y todo seguirá tal y como está.
En cuanto percibes la mínima posibilidad de que las cosas puedan ir mal en algún momento es precisamente cuando ella te acecha y es así como pasa de ser “uno más”, a ser el punto de partida hacia otros muchos: el miedo, la desconfianza, la desilusión, el verse estancada y así un largo etcétera de sentimientos negativos, a veces contradictorios entre sí, e inevitables.
Ese punto de partida es exactamente el lugar en el que me encuentro yo ahora mismo y no sé como evitarlo. Ni si quiera sé si yo misma puedo hacerlo o debo esperar, con paciencia, a que sea el tiempo el que lo cure todo y ponga cada cosa en su lugar.
Y no puedes evitar hacerte las mismas preguntas una y otra vez ¿Qué es la incertidumbre? ¿Es tan mala como parece cuando estas sumido en lo más profundo de ella? ¿Se puede acaso evitar? ¿Cómo narices se cura esto?
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