miércoles, mayo 24, 2006

Soñando con los ojos abiertos

Todo transcurrió allá, por la Edad Media. Eras un hombre modesto y sencillo que vivía en su humilde pero acogedora cabaña, situada junto al río y apartada del bullicio de la aldea. Te encantaba pasarte las horas muertas tumbado en la orilla, escuchando el sonido del agua y notando como la brisa de la tarde acariciaba su rostro.


Eso bastaba para que pudieras inspirarte y componer aquellos maravillosos poemas que después sabías interpretar tan bien con tu preciado laúd.

Una tarde de esas en las que te hallabas sumergido en tu propio arte, bebiendo cerveza y dando vida un par de versos únicos, divisaste aquella hermosa figura al otro lado del río: No parecía que estuviera perdida. Ella caminaba tranquila, sola, distraída, sin percatarse de que estaba siendo observada por la más atenta de todas las miradas.


Sus cabellos rizados flotaban en el aire, al mismo son que este ondeaba el vuelo del lujoso vestido blanco que cubría su cuerpo, frágil pero, a tu entender, perfecto. Habías visto antes mujeres más bellas pero ninguna había conseguido transmitirte tanta magia: y es que bajo esa superficie prefabricada de seda tú eras capaz de prever la sencillez y la inocencia que siempre habías buscado en las personas.


Te bastó observarla un minuto para que, de una desconocida, pasara a ser tu musa mas preciada. Ahora era ella la protagonista de tus poemas: los creabas por y para ella. Tanto es así, que decidiste compartirlos con todos los aldeanos y, siempre que tenías la oportunidad, los recitabas en la plaza de la aldea, acompañado de tu fiel laúd.


Hubieras dado la vida solo por volver a encontrarte con aquella mujer, pero el tiempo pasaba y la ilusión se te iba con él. Aunque seguías esperándola, ya no tenías ganas de hacerlo desde la calles, por lo que dejaste de inundarlas con tu música. Preferías hacerlo desde la orilla mientras tocabas, como la primera vez en que la viste.



L
o que no sabías es que, además de asistir a tus sueños cada noche, ella también asistía cada tarde a escucharte, aunque lo hacía escondida detrás del enorme sauce ubicado cerca de tu ventana. Como tampoco sabías que aquella chica que se había prendado primero de tu música y después de ti, era yo. No sabías nada, hasta que me descubriste.



¿Ridículo? ¿Y qué? si yo sólo estaba soñando con los ojos abiertos...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uf me ha encantado!! La historia es preciosa, y la ambientacion del relato es muy bonita, muy dulce.

Anónimo dijo...

Precioso texto. Ya estás en mi lista de enlaces.
Besos

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